He vuelto a complacerme, en esta tarde de asueto dominguero, con única película soberbia: “Rojo y negro” del director falangista Carlos Arévalo, de 1942.
La película es soberbia por muchas razones; técnicas pues hace un alarde de conocimientos cinematográficos desconocidos en la época, como cuando la máquina repasa las distintas celdas en las que los milicianos tienen guardados a los “fascistas” que pronto asesinarán, un adelanto a 13 rue del percebe. Es una película imprescindible para una correcta memoria histórica de aquello que pasó, pero como es una película hecha desde el falangismo, hay escenas trufadas con otras, en las que se ve al proletariado sufriendo y a la burguesía y la derecha disfrutando, y todo ello para explicar por qué sucedió aquella tragedia colectiva.
Tan es así que el día de su estreno, los militares de alta graduación presentes en la sala abandonaron la sala de filmación y:
"Estrenada en el cine Capitol el lunes 25 de mayo de 1942 (coincidiendo con el regreso a Madrid de el primer contingente de voluntarios de la División Azul) y con el patrocinio de la Asociación de la Prensa, a las tres semanas desapareció misteriosamente de las carteleras, siendo prohibida gracias a las presiones de altas jerarquías (posiblemente militares, por lo que luego veremos). A mediados de los noventa (bajo una espesísima capa de polvo) apareció una copia de este film en los antiguos locales de la productora madrileña. La Filmoteca Española la exhibió, con gran éxito, en un ciclo sobre cine de postguerra. La presencia y visionado del film en certámenes cinematográficos y facultades universitarias ha sorprendido siempre gratamente a los espectadores.”
Está dicho.

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