sábado, 28 de febrero de 2015
CALLAR ES ASENTIR
Hace muchos años de esto, puede que sean quince o así, pero tampoco estoy seguro. Yo era abogado, soy abogado, y defendía los intereses de un prestigioso profesional de la arquitectura en los juzgados de familia de Sevilla. Era un padre que no deseaba otra cosa más que estar el mayor tiempo posible con sus hijos. Pero el juez, escoltado con una nube absurda de feministas cuasi boliviarianas, me negaba una y otra vez la guardia compartida de los dos menores deseosos de estar con su padre el mayor tiempo posible. Pero esto no era posible con ese juez que era mimado cuidadosamente por las abogadas feministas (a las que como compañero respetaré siempre mucho). De ese o esos tiempos recuerdo y recordaré siempre el día, terrible entre los días, en que ante la negativa del padre a dar de tomar una pastilla a su hija por recomendación de una médico, sacó pecho en su despacho, “faisán del derecho” que hubiera dicho Quevedo, y me amenazó (sic) en privarle de la patria potestad a mi cliente si dejaba de darle esa discutible pastilla (por lo visto, no me acuerdo, con abundantes efectos secundarios). Recuerdo ese día en que frente al hotel Colón y desde mi moto, intentaba hacerle entender a mi amigo tan gravísima amenaza. Creo que es lo peor que me ha pasado en mi vida profesional.
Y así muchas cosas más. Conseguí, de hecho, tras muchos años de batalla, una custodia compartida en la Audiencia de Sevilla a la que el juez se negó al menos en tres ocasiones. Ahora este juez, afortunadamente expulsado de la carrera judicial por mor de una prevaricación de libro, se mete en el lodo de la política y se atreve a presentarse como adalid de muchas cosas y entre ellas y mi asombro, de la “guarda y custodia compartida” que yo siempre defendí.
Se meten en la política una vez expulsados y hacen lo que sea, hasta traen un torero al que la justicia parece que no le dio la razón (Garzón lo hace de otro modo). Y ahora, ahora, hablan de la custodia compartida en público, esa custodia compartida que tanto estudié con seminarios en Madrid y que me negó tres veces cuando demandaba el interés de un hombre con una vivienda preciosa junto al Guadalquivir para disfrutar de sus hijos. Ése es vuestro candidato, uno de vuestros candidatos, en las próximas elecciones. La esposa que detestaba al marido y que se opuso a sus justas demandas una y otra vez seguro que lo votará, aunque ahora, extrañamente, defienda la guardia y custodia compartida.
Cuento esto porque si callo es como si asintiera, y eso no.
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Hay mucho chaquetero por ahí, hoy interesa censurar esto y mañana respaldarlo y no es cuestión de convicciones.
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