viernes, 6 de marzo de 2015

FOENS

De esto hace tantos años, que hasta parece que fue el sueño con el que despertamos ayer. Pero no, fue verdad, por estrafalario que parezca lo que cuento. Omitiré nombres, sólo me quedaré preso en la celada. El caso es que allá por al año de 1977, tiempo de trifulcas y violencias, cuando los de Fuerza Nueva asaltaban a los comunistas y dejaban sus escombros en las puertas de urgencias de los hospitales (y eso porque tenían estudiantes de Medicina en sus filas más o menos piadosos) y los comunistas le arrancaban un ojo de por vida a mi buen amigo, el entonces seminarista César, y todo eso en una de las calles de la Feria en plena fiesta; pues por ese entonces surgió la ilusión adolescente de salvar a España, ese incauto FOENS que unos pocos nos dispusimos a constituir en una finquita entre Marchena y La Puebla, que era casa del vizconde, quien creo que se llevó y debe de guardar a buen recaudo nuestra bandera, esa que hicimos entre todos. Nuestro Frente Obrero Español Nacional Sindicalista llenó de Sevilla con sus pintadas su nombre. Lo más común era dejar en las paredes la palabra “revolución”. Algún cachondo como yo pidió spray de oro para escribir en la calleja tras la plaza de Cuba eso de “Con Felipe II vivíamos mejor” (los de la extrema derecha de Fuerza Nueva pintaban que con Franco vivíamos mejor), y así quedó durante años. En Madrid llenamos las calles con nuestra inútil propaganda tirando pasquines en todas las calles. Éramos cuatro, cinco o diez gatos, y nos llamábamos neofalangistas. Yo era más señorito (aunque los más señoritos eran otros, para empezar el vizconde rubicundo del que guardo un especial recuerdo) pero los demás trabajaban en junio o en septiembre en la recolección de una finca del torero Antonio Ordóñez. Y todo era para el partido, o movimiento o lo que sea. Eran otros tiempos y otras ilusiones y otra juventud. Pero creíamos a pie juntillas en una necesaria revolución para España. Éramos tan ingenuos, tan incautos. Nunca supimos utilizar los fraudes de esta gentuza financiada por países comunistas, aunque en nuestro caso, la verdad, no teníamos regímenes a los que acudir ni nos hacían falta. Se derrumbó nuestro sueño quizá pueril, pero estoy seguro de que todos los que nos apuntamos a esa aventura adolescente seguimos honestos. A todos mis camaradas de ese tiempo: podemos aún con nuestros sueños, por difíciles que nos parezcan.

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